Comentario
A pesar de la importancia que las exposiciones nacionales alcanzan como fenómeno sociocultural, su papel es todavía más trascendente en el campo estrictamente artístico, pues, dado su carácter periódico y el número de obras presentadas, permite seguir con bastante aproximación el desarrollo del arte y las oscilaciones del gusto. El examen de las cifras globales de los certámenes pone de manifiesto la clara primacía de la pintura de historia, refrendada por las dos terceras partes de las primeras medallas: 40 de 70. Proporción sensible y significativamente menor en las segundas y terceras medallas: 62 de 196 y 62 de 331, respectivamente. Primacía que se acrecienta en lo que respecta a las adquisiciones oficiales, no tanto en el número -160 de 602- cuanto en las cantidades empleadas: 90.000 reales en 1856, frente a los 37.000 del género, 35.000 de la pintura religiosa, 18.000 del paisaje. Diferencia aún mayor en 1878, con 74.250 pesetas frente a las 14.200 del paisaje, 9.000 del género, y 3.500 de la pintura religiosa. Proporción que empieza a invertirse en 1887, al fijarse un precio único para todos los premios con independencia del género, contribuyendo a la desaparición de la pintura de historia en la década siguiente.
Supremacía del género histórico defendida unánimemente en todo el ámbito artístico, desde los aficionados a los académicos y profesionales. La Academia, por ejemplo, siempre se opuso al sistema de precios únicos, porque es evidente, argumenta en un dictamen preceptivo en 1867, "que entre un cuadro de historia y un paisaje o una perspectiva, todos de mérito sobresaliente, y aún supuesta igualdad, casi imposible, de las demás condiciones, tiene que haber una considerable diferencia de precios". Argumento que no hace más que traducir los deseos de la opinión pública, que repetidamente pide, como hace "La Gaceta Universal" en 1881, la adquisición oficial de "los grandes géneros histórico-religiosos y clásico, que son los que dan la medida de la cultura estética de un pueblo, lo educan y lo forman el gusto, que no pueden hallar en el mercado particular salida fácil, ni por consiguiente protección y estímulos".
La serie ininterrumpida de premios, seguida de la adquisición oficial, acapara para la pintura de historia prácticamente la atención de los críticos y aficionados. No es extraño que, en consecuencia, si bien no es muy estimada en la actualidad, en su momento despertara la admiración de los jóvenes artistas, que, al ver en ella el camino más seguro para alcanzar la fama y el reconocimiento en poco tiempo, no dudan en empeñarse en obras muchas veces muy por encima de sus recursos y reconocimientos, pero que, en contrapartida, otras muchas supone la rápida consecución de su propósito, como se deduce de la extremada juventud de la mayoría de los premiados en este género. Un género, por otra parte, totalmente inmerso en su época, hasta el punto de que como afirma uno de sus mejores conocedores, Beruete, en su discurso de ingreso en la Academia, "pocas veces se ha visto en la historia de la pintura un momento en que cuadros y público se hayan identificado de manera más completa".